Yo soy un hombre de campo,
de terruño de labor,
y sé que las amapolas
tienen hermoso color,
pero le hacen daño al trigo,
le secan el corazón
mermando cosecha y vida
del humilde labrador.
Lo aprendí yo de pequeño,
mi padre me lo enseñó,
y en mi memoria lo tengo
guardado como lección.
Yo soy un hombre de campo,
de terruño de labor;
he madrugado en verano
y he visto salir el Sol;
sé cómo canta la alondra
en los días de calor;
he visto correr al zorro
huyendo del cazador
y me he puesto de su parte
dejándole refugiarse
en su escarbada guarida,
salvando él su vida
y llevándome yo un “sermón”.
Yo soy un hombre de campo,
de terruño de labor;
he trillado paja y grano
para después aparvarlos
y, sometiéndolos al viento
de las aspas de una máquina,
he logrado separarlos;
he vendimiado las viñas
y las uvas he cargado
en talegas de mimbre
sobre mi hombro de humano
para verterlas en cestos
tejidos por hábiles manos,
siendo de mimbre también
por ser material muy sano;
los he cargado en mi espalda
y al lagar los he llevado
para vaciar en él
el fruto en ellos portado;
y ya en el lagar las uvas,
y después de ser pisadas,
su sangre es guardada en cubas
donde se obra el milagro
de que el mosto se haga vino
después de haber fermentado;
y siendo vino ha llegado
a ser bebida apreciada
para acompañar comida
y celebrar alegrías,
aunque a veces en su exceso
también causa averías.
Yo soy un hombre de campo,
de terruño de labor;
de llanura castellana;
de calles de lluvia y barro
con charcos que en invierno
hacían de agua carámbano;
de zahúmo de lata y alambre,
con brasas de paja y palo,
para dar calor de pueblo
a inviernos en pandilla
con meriendas de ilusión
compartiendo espacio y sueños
en ágil conversación;
de aro de chapa y guía
que rodaba con tracción
del brazo que lo empujaba
mientras las piernas corrían
cuesta arriba y cuesta abajo
sin costarles ni un sudor;
de veranos de acera y fresco
escuchando a la experiencia
que en historias nos contaba
alguna gente mayor…;
y de muchas otras cosas
que mi memoria almacena;
cosas de campo y terruño;
cosas de campo labriego
donde el destino y sus dados
quisieron que yo naciera,
y también que yo creciera,
siendo testigo del hecho
de que, entre sembrado y barbecho,
en el terruño nombrado,
la vida se hace milagro
hasta que la muerte llega
y doblando las campanas
se nos entrega a la tierra;
y después se hace memoria
en los que aquí quedan.
Yo soy un hombre de campo,
de terruño de labor,
y sé que las amapolas
tienen hermoso color;
son rojas como la sangre
que circula por mis venas
y mueve mi corazón
de terruño y sementera
que soporta los otoños
y ama las primaveras.
Impersonem.